Aprecia, celebra y valora lo que hay en ti y frente a ti, tal y como es.
Vi por casualidad un vídeo del PROGRAMA IMPARABLES de AQUIARIUS (*) escuché la frase “las ganas no son una cuestión de edad” y no pude menos que evocar la historia de vida de mi madre, quien murió hace poco a la edad de 82 años.
Quiero compartir un poco de su camino y de como me inspiró durante su vida.
Su infancia no fue fácil. Fue la segunda de 13 hermanos de los cuales solo sobrevivieron 5 resultando ella en la posición de hermana mayor. Huérfana de padre desde muy chica y con una madre viuda, enferma, desgastada por el dolor, sin ánimo ni entusiasmo; desde los 8 años tuvo que trabajar para poder ayudar a sostener la casa y sus hermanas.
A pesar de haber crecido en un ambiente rudo, mi madre narraba su historia con alegría, nunca con resentimiento ni arrepentimiento.
Contaba cómo se escapaba a las fiestas cuando apenas tenía 15 años, consciente de que unas horas más tarde mi abuela la haría pagar por su desobediencia. Le gustaba bailar y cantar. Era la primera en decir si a cualquier cosa que sonara a diversión.
Durante los primeros 50 años de su vida, se dedicó de lleno a ser hija, sostén de hogar, esposa, madre, ama de casa. Durante 30 años, vivió la fortuna de que mi padre procuró siempre que ella no tuviera la necesidad de trabajar. Más siempre tuvo esa inquietud de hacer algo por y para sí misma. De cumplir sus metas. De ser ELLA.
A los 50, la vi enterrar a mi padre y le escuché decir “hay que seguir adelante, con alegría de vivir…”
A los 52, aprendió a conducir, aunque solo fue por darse el gusto de decir “deja, que hoy yo llevo a tu hermana a la escuela…”
Decidió “emplearse” a los 55 como una madre cuidadora y ganar su propio dinero.
Siendo latina proveniente de una clase humilde y nacida a principios del siglo pasado, no tuvo una educación formal ni nadie que la impulsara a ello. Al cumplir 68 tuvo el empuje para inscribirse en la escuela nocturna y culminar sus estudios primarios, cumpliendo así una de sus metas.
A los 75, emigró de su país natal con gran entusiasmo por emprender una nueva aventura. Tuvo su primera computadora y aprendió a usar las redes sociales para estar conectada con sus seres queridos que dejó atrás.
¿Había dolor? Creo positivamente que sí. Pero estoy convencido de que ella decidió quedarse con lo que la hizo feliz durante esos momentos rudos.
Durante mi adolescencia y luego en mi edad adulta, siempre me decía “Mira todo lo que has logrado hasta ahora ¡tú puedes, te lo mereces, hazlo!”
Su entusiasmo por vivir, explorar y descubrir cosas nuevas me ayudó a avanzar y motorizaron muchas de las cosas que hoy soy. Solo con sus palabras…y su decisión de mirar la vida desde lo positivo y el entusiasmo.
Me doy cuenta de que, de manera inconsciente y natural, mi madre ya ponía en práctica esto de inspirar y abrazar lo positivo para florecer.
Desde que me inicié en el mundo de la Indagación Apreciativa, he hecho consciencia de que vivo en una constante dialéctica interna. Como cualquier otra persona, me debato a diario entre lo bueno o lo malo, lo bonito o lo feo, lo que me gusta o lo que no me gusta. ¡Y me doy cuenta de que eso está bien! Pero, además, he ido un paso más allá y he aprendido a preguntarme ¿qué hago con ese diálogo interno? ¿Con qué lado de la historia quiero quedarme? ¿Cómo lo pongo a mi servicio y al servicio del bienestar de otros?
He incorporado la decisión diaria de quedarme del lado de lo positivo, que me hace mirar lo negativo con una óptica diferente y abordarlo con mucha mejor energía.
Desde esta óptica, lo negativo me sirve como referencia para entender lo que sí quiero; para entender el otro punto de vista, para formarme un criterio, para incluir, comprender y aprender. Solo desde allí he podido acompañar a otros a transitar el cambio, a trascender lenguajes de separación y encontrar un punto donde coincidir.
Excluir lo negativo es excluir una parte de la historia. Con la Indagación Apreciativa he aprendido a mirarlo y abrazarlo con la intención y el propósito de darle voz a todo el sistema. Mi desafío ha sido cómo reenfocarlo, cómo abordarlo para que al final resulte en lo que es el anhelo y la aspiración de quienes están agobiados y buscando lograr sus sueños.
Tenemos el poder de usar las acciones y las palabras para juzgar y etiquetar o para promover el bienestar. Es una decisión que puede cambiar crucialmente el futuro de los seres humanos.
Si pudieras escoger una historia de parte de tu vida para contar a otro e inspirarlo ¿cuál sería? ¿Qué puedes decirles a tus hijos que los anime a desarrollarse, prosperar y vivir una vida plena?
Artículo por Félix Viloria Landaeta
11 de enero 2020 – Bogotá, Colombia
(*) https://www.youtube.com/watch?time_continue=1&v=T1DHJocnUJE