En nuestros modelos tradicionales de educación, hemos aprendido a valorar desde la escasez, desde lo que anhelamos y añoramos, sin darle relevancia a lo que si tenemos. Hemos aprendido a competir por ser los mejores a costa de no compartir lo que sabemos porque el conocimiento nos valoriza y su posesión nos hace apetecibles para las organizaciones.
Este enfoque es lo que la Dra. Dawna Markova y su colega Angie McArthur, en su libro “INTELIGENCIA COLABORATIVA” 1 denominan la forma de pensamiento market-share, donde el valor es determinado por la escasez: “yo lo tengo y tú no”. Los objetos y el conocimiento son valorados de acuerdo a su posibilidad de ser obtenidos, como los tan preciados diamantes que cuanto más escasos, más valiosos.
Uno de los conceptos en este libro que me hizo reflexionar es en referencia a cómo Göran Carstedt, anterior CEO de IKEA en EEUU, observa el proceso de creación de riqueza desde el enfoque mind-share: “La riqueza se crea y se reproduce a través de las ideas y las relaciones más que de las transacciones. Cuando las cosas portan valor, si las poseo y las regalo o las entrego a otros, caigo en pérdida. Pero cuando las ideas portan valor, ocurre lo contrario. Cuando tú tienes una buena idea y yo tengo una buena idea y las intercambiamos, tú te vas con dos nuevas y buenas ideas y yo me voy con dos nuevas y buenas ideas. Cuanto más compartimos más tenemos. Nuestra capacidad para generar, compartir y promulgar ideas se hace mucho más valiosa”
Desde el enfoque market-share juzgamos quién tiene la razón y quién no. Desde el mind-share nos preguntamos cuáles son las posibilidades en esta situación y en este espacio.
El enfoque mind-share me lleva a reforzar lo que he aprendido desde la indagación apreciativa y el concepto de thinking partner. Es como comparto y hago visible lo mejor de lo que ya tengo y sé para obtener lo mejor de lo que puede llegar a ser al mirar las posibilidades. Es abrir el espacio para pensar “esto y lo otro” y evitar la exclusión desde “esto o lo otro”. Nos invita a apreciar lo poderoso de la suma de las fortalezas individuales de manera sinérgica.
En mi misión como coach, muchas veces me enfrento al reto de acompañar a mis clientes a mirarse a sí mismos con compasión y con asombro al descubrir sus fortalezas apelando a su núcleo positivo. Llevarlos a un lenguaje de abundancia y de energía positiva para obtener lo que desean y sostenerlo en el tiempo. No es una tarea fácil. En ambientes organizacionales altamente competitivos, muchas veces observo como los líderes se encierran en una especie de fortaleza donde celosamente se guardan lo que saben sin ponerlo al servicio del equipo. Sólo cuando este conocimiento los hace estar por encima del resto, es cuando lo develan como su “as bajo la manga”.
No estoy en contra de que cada quién quiera sobresalir y brillar. Todo lo contrario. Mi mirada en este sentido es tratar de construir el camino para brillar y sobresalir poniendo lo que soy y lo que sé al servicio de otros, específicamente, al servicio de mi equipo de trabajo. Puede sonar romántico e incluso un poco fantasioso. Pero, así como he visto el recelo entre líderes, también he sido testigo de lo poderoso que es cuando, como equipo, están dispuestos a actuar y pensar de manera colaborativa. Ver como identifican las fortalezas y se comunican con un lenguaje positivo, buscando y encontrando lo mejor de cada uno y poniéndolo en evidencia para desde allí resolver los problemas, diseñar sus planes y lograr sus objetivos.
La próxima vez que tengas que trabajar en equipo pregúntate: ¿qué es lo mejor que hay en mí y en mis compañeros que podemos poner al servicio de este proceso? ¿qué de mis conocimientos e ideas puedo aportar en pro de lograr el objetivo y el éxito de todos? Verás que tu trabajo y la manera como lo enfocas hará la gran diferencia.
1 COLLABORATIVE INTELLIGENCE, thinking with people who think differently. Spiegel & Grau, New York, 2015